lunes, 20 de febrero de 2012

Capítulo 4: Dolor quirurgico.

      Sin piedad alguna el catéter se sumerge en la piel abriendose paso hasta abrir un segundo agujero de salida. Una vez que la aguja ha hecho el trabajo duro, retrocede por donde vino y queda el conducto de plástico dentro de la carne, listo para ceder su puesto al acero quirúrgico del piercing. A partir de aquí, la pieza se convierte en parte de nuestro cuerpo.

      El proceso en teoría es sencillo, penetrar la carne y colocar el pendiente. Sin embargo, bajo la fina capa de piel que recubre nuestro cuerpo hay todo un universo anatómico que puede resultar gravemente dañado si algo se hace mal. Es mucho más facil hacer un piercing que un tatuaje, pero mucho más problemático.

      Aprendí a hacer piercings cuando entré como aprendiz en una tienda de tatuajes (proximos capítulos) y los primeros que hice por mi cuenta fue usando hielo como anestesia. Para las orejas no es mala opción, si quitamos que hay que tener a la víctima un buen rato congelandole el lugar donde va el pendiente, que no es muy efectivo a la hora de afrontar el dolor y que en invierno es una putada. Después fuí descubriendo alternativas bastante más efectivas y profesionales: los sprays de anestesia. De los tres primeros que hice uno derivó en una grave reacción por no haber usado un piercing de acero quirurgico, lo que acarreó para la persona atravesada meses de soportar el dolor de una oreja que cada vez se inchaba más en la zona del cartilago y que acabo necesitando cirujía para remediar la situación. Menos mal que era alguien cercano y no un desconocido, me libré de un monton de problemas. A partir de entonces sólo he usado piercings de primera puesta para evitar problemas alergicos, pero las infecciones son un punto a parte. Es muy fácil que un piercing acabe infectado durante la curación, mayormente porque la gente una vez que lo tiene hecho no se toma en serio la curación ni toma conciencia de lo que esto puede acarrear. Lo más común es una leve irritación de la zona durante unos días, pero un paso más allá y tambien bastante habitual es que la infección acabe produciendo crecimientos de la carne alrededor del agujero del piercing (bolitas de carne bastante repulsivas). Por suerte, hay cremas antibioticas que eliminan este problema en pocos días y por completo. Pero como todo, esto lo aprendí por las malas, despues de lidiar con una de estas infecciones durante 5 meses.

      A pesar de consistir en agujerear la piel humana, casi nunca aparece la sangre, si aparece suele ser consecuencia de un daño excesivo en el proceso. El problema llega con la usual manía de algunas personas de desmayarse cuando ven su propia sangre. A mí me pasó la primera vez que hice un piercing en la ceja, la chica, a pesar del dolor que le provoqué (aún no conocía las anestesias en spray), lo estaba aguantando bastante firme hasta que una vez ya colocado el pendiente, cuando solo faltaba colocar la bolita, brotó un hilito de sangre que le rodeó el ojo. Imagino que al ver como su visión se enrojecía le flaquearon las fuerzas  y tras un minuto de convulsiones cayó redonda al suelo. Sólo pude hacer una cosa (o al menos es lo único que se me ocurrió) tirarme al suelo e intentar colocar la bola en el pendiente antes de que, por los bruscos movimientos de la clienta, el piercing se saliera de la carne. Es dificil colocar una bolita diminuta en una persona desmayada, mientras los nervios hacen que el pulso sea indomable y el sudor mane a rios por tu frente, pero lo conseguí. El mismo día, vaya día, tambien me tocaba mi primer piercing en el ombligo. Yo sabía la teoría, para los piercings normales de ombligo, se necesita un cateter diferente al que se usa en la ceja, por ejemplo, ya que la barrita del pendiente tiene un grosor mayor. En la práctica se me olvidó este detalle y atravesé el ombligo de mi víctima con un cateter inapropiado, fui consciente de ello justo cuando la aguja salía por el otro lado de la carne. Tocaba de nuevo mentir para no perder el control de la situación, por muy mal que vaya todo, el cliente confía en que sabes lo que haces y hay que dar esa imagen. Mi excusa fue que me habían vendido unos piercings más anchos de lo normal, por lo que debía proceder de un modo diferente al habitual. Resultado: quité la aguja de su ombligo y piercing en mano me dispuse a meterlo a presión por un agujero más pequeño que su grosor, empujando durante mintuos con fuerza y sudando de forma exagerada por mi nerviosismo ante aquello. Con la oreja muy cerca de la barriga, atento por si escuchaba crujir o desgarrarse la piel, conseguí colocar el pendiente y poner fin a las dolorosas muecas y quejas de la chica.

      Tiempo despues conseguí hacerme con una anestesia en spray bastante efectiva para dormir la piel, que había conocido en la tienda donde estaba aprendiendo. En las tiendas de tatuaje o piercing, cuando se hacen estos pendientes se utilizan pinzas de acero, que despues de cada uso son tratadas para su desinfección y esterilización, pero yo trabajaba en casa y no disponía de la maquinaria para esto, así que usaba pinzas desechables de plástico que ya vienen esterilizadas. Lo que nadie me había enseñado es que ha diferencia de con el acero, la sustancia anestésica del spray reaccionaba con el plastico de las pinzas igual que si las pusieses al fuego, se derretian. Yo lo aprendí cuando usé este producto por pirmera vez y lo apliqué mientras mantenia la piel agarrada con las pinzas, cuando atravesé con el cateter y me dispuse a separar las pinzas, estas estaban pegadas a la carne y ...¿habéis visto en las películas cuando un tonto pone la lengua en una barra de metal en la nieve?

      -En el próximo capítulo: Fiestas en casa de un tatuador, borracheras y agujas, amigos que no aceptan un no por respuesta y diversión entre alcohol y tinta.

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